Luis Eduardo Chire Díaz habría pagado 300 mil soles para no ir a la cárcel por crimen
Reiner López Paredes, un hombre de metro cincuenta de estatura, hijo de doña Martina y don Hipólito, fue detenido por la ronda campesina de Llacuabamba, luego de quitarle la vida con un arma de fuego a Luis Eduardo Chire Díaz. Días después, las autoridades encargadas de impartir justicia le dieron libertad este último sábado por la noche.
La provincia de Pataz no es lugar para la justicia. Ni para las víctimas. Ni para los huérfanos. No son buenos tiempos para los deudos. Y la familia de Luis Eduardo Chire Díaz —a un hombre que le cegaron la vida en frente de muchos testigos oculares—, lo sabe y le duele. Han sido atrapados por la injusticia y la impunidad que impere en la sierra liberteña. “Han dejado libre al asesino y nosotros lo sabíamos”, alega una mujer antes de que las lágrimas inunden sus ojos y corte su voz.
¿Qué sabía? Que al asesino le iban abrir las puertas de la carceleta judicial. ¿Cómo lo sabía? Su entorno cercano del homicida lo gritaba a viva voz que “ya han arreglado con las autoridades y el que el juicio es pura finta”. En palabras cultas: es un engaña muchachos. Por eso, los deudos salieron de su natal Cajamarca, las primeras horas del día de la audiencia pública, con rumbo a Huamachuco. En sus corazones abrigaban la esperanza que las autoridades encargadas de impartir justicia se iban a conmover al ver sus rostros destruidos por el dolor de la pérdida de un ser querido. El tiempo los bofeteó en la cara y los hizo saber que eran ilusos al creer que existía la justicia en ese páramo de minería ilegal, de muertos y balas.
¿Justicia?
José Ramos Velásquez Rojas, era el hombre encargado de golpear el martillo de la justicia. Su veredicto: se deniega la prisión preventiva para Reiner López Paredes. Su decisión se basó en que no había cámaras y no habían logrado ubicar a un testigo clave en el juicio. Sin embargo, el redactor de esta nota tuvo acceso al testigo. Le fue fácil dar con su ubicación. Parece que los notificadores se extraviaron en el camino o simplemente no hicieron el esfuerzo para encontrarlo.
En pocas palabras: no había los elementos de convicción contundentes para logar una condena. De los actuados y de la resolución emitida por el juez se desprende que el fiscal que tuvo a cargo las investigaciones preliminares de acuerdo a ley, había hecho un trabajo negligente. En pocas palabras, la justicia hizo agua por todos lados.
Pericia balística confirmó el homicidio
¿Y la pericia balística que arrojó? Positivo: arma positiva y ha ejecutado un disparo. ¿Entonces? Si existe un arma, la munición y la bala que está dentro del cuerpo del occiso, ¿no se pudo hacer una homologación balística para llegar a la verdad? Como lo diría el poeta universal, César Vallejo: ¿Dónde está la justicia, señores autoridades? ¿O el problema nunca fue la justicia?.
Hecho sangriento
El día 26 de febrero, Reiner López Paredes, un hombre de 36 años que tiene armas de largo alcance y es muy considerado por ciertos policías de la zona, por hacerles llegar sus monedas; sacó su pistola y le disparó a matar a Luis Eduardo Chire Díaz, natural de Cajamarca. La bala fue directo al pecho, entró y perforó al órgano que irriga de sangre a todo el cuerpo y permite respirar al ser humano.
Frente a este hecho sangriento, los ronderos —que han intentado mantener a raya a los criminales—, se tiraron encima de la persona que tenía las manos teñidas de sangre, lo redujeron y lo maniataron. Así lo encontró los efectivos del orden y lo describen a detalle minucioso en el parte policial: “Una llamada proveniente de la ronda campesina del este anexo, la cual indicaba que en dicho lugar se había suscitado una balacera, presentes en el lugar (frontis de la Institución Educativa Inicial Virgen del Carmen), el personal PNP logró apreciar una turba de personas en un aproximado de treinta (30), entre transeúntes del lugar y personal de la ronda campesina de Llacuabamba. Entrevistándonos con ellos, quienes indicaron que efectivamente se había suscitado una balacera y que había un herido de bala el cual había sido derivado a una clínica local. Asimismo, se aprecia en el lugar a un sujeto de sexo masculino tirado en el pavimento, el cual vestía un polo color verde, buzo color plomo claro y zapatillas color negro con líneas color anaranjado, siendo reconocido por el personal de la ronda campesina de Llacuabamba como el sujeto que había realizado los disparos, siendo identificado por el personal policial como Reiner López Paredes”.
Un rondero que pidió el anonimato a la policía, alcanzó la pistola, marca Glock, modelo 19x, serie BXWB205, calibre 9×19 y la cacerina homicida. El peine que guarda las balas 9mm, de marca Lunger, tenía un hueco vacío. Es decir, faltaba una y esa era la que atravesó el cuerpo de Luis Eduardo y el casquillo se encontraba tirado en el lugar de los hechos.
La población
En el anfiteatro del crimen: la provincia de Pataz, la sede de los mineros ilegales, la sangre corre todos los días y la población ya se ha acostumbrado a respirar el olor putrefacto de la muerte y a vivir bajo el cañón de las armas largas.
“Ya no aguantamos un caso más de impunidad. Ha llegado el momento, que las autoridades le muestren a los criminales que no pueden ir matando a personas como si se tratara de moscas”, alega una pobladora, quién pidió guardar su identidad por miedo a las represalias.
¿Pago para no ir preso?
Según fuentes humanas, Reiner López Paredes pagó 300 mil soles, para que no lo envíen a prisión. “Es un minero fuerte de la zona. Ese loco maneja a los policías del lugar”, aseguró.
Arma que se usó en assinato era de Reiner López Paredes
En la búsqueda de la plataforma de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil, mejor conocido como ‘Sucamec’, arrojó que Reiner López Paredes tiene una la pistola, marca Glock, modelo 19x, serie BXWB205, calibre 9×19. Es la misma arma que fue incautada en su detención por homicidio.