Salpo y sus tradiciones: Así se realizan los bautizos durante la fiesta patronal en honor a la Virgen de las Mercedes
En todos los pueblos hay costumbres que sus habitantes llevan desde tiempos muy lejanos y lo celebran en determinadas fechas, pero las fiestas religiosas son las más escogidas y lo pasan con todas sus tradiciones.
En Salpo por ejemplo, en el mes de Septiembre, desde el 19 hasta el 26, se celebra la fiesta en honor a la Virgen de las Mercedes y allí la gente logra bautizar a su hijos, buscan con anticipación a los padrinos y fijan la fecha del bautismo.
En el tiempo que el encargado de la iglesia de San José de Salpo era Monseñor Ignacio de Oteisa. Al bautizar a los niños el ponía el nombre según pasaba el nombre del santo en el calendario religioso y si por suerte pasaba San Esculapio, ese nombre tenía que llevar el niño bautizado.
Así pasó con los padres y padrinos del niño Agapito Terencio Filiberto y su esposa Melchora Bonifacia y sus padrinos Aureliano Serapio y su señora Timotea Justina. Ellos no quisieron bautizar al niño Agapito en la fiesta de Septiembre porque como había mucha gente, no podían reclamar, por eso que pensaron bautizar al niño el 10 de Mayo y fueron a separar el turno en la Sacristía para que el curita Oteisa bautice a su hijo, luego avisaron a sus futuros compadres que aceptaron gustosos llevar al niño Agapito a la pila bautismal y 5 días antes ya estaban en el pueblo de Purrupamapa porque la familia de Terencio era oriundo oriundos de ese lindo caserío muy cerquita del distrito de Salpo.
El tiempo pasaba muy rápido y sin sentirlo, el día señalado para el bautismo, llegó. Toda la gente purrupampina se levantó muy temprano y a tientas hacían las cosas porque todavía estaba oscuro, pero se las ingeniaban.
Ya la aurora se hace presente y la madre natura se despierta al sentir la luz de un nuevo día, el cielo cambia de colores cual un gigantesco manto extendido, al frente el Cerro Urpillau, El Mirador y el Ragache, los rayos del sol están llegando.
Aureliano Serapio, el futuro padrino, sale a la Pampa para aspirar el aire puro porque después de 12 años volvía a su terruño y ese friecito mañanero le recordaba sus años de infancia, cuando se levantaba muy temprano a traer el agua del puquio y como debía ir a la escuela, pues tenía que apurarse y no le daba el tiempo para contemplar las lindas mañanas purrumpampinas, pero ahora que ya era un señor quería disfrutar el encanto del paisaje serrano.
¡Que maravilla de belleza! Contemplar el inmenso cielo azul, los cerros y prados tapizados por la multicolor alfombra de flores bajo los bosques con sus frondosos eucaliptos, a los pies, la verde grama humedecida por el rocío, las avecillas entonando armoniosas canciones alabando a su Creador. Aureliano al contemplar tanta belleza se unió al coro de pajaritos diciendo: “Dios, gracias te doy porque permites que vuelva a disfrutar de la belleza de tu creación, yo sé que todo lo has creado por amor. El sol, el agua, el aire, todo nos lo das. Bendito seas!”.
Aureliano hubiese seguido en contacto con su Creador y su creación, pero su comadre Melchora lo invitaba a tomar desayuno. El invitado pensó encontrarse con una humeante taza de café y pan con queso, pero su alegría fue muy grande al ver en la mesa un plato de caldo de cabeza con cachangas fritas.
En Salpo la iglesia ya estaba abierta y el curita Oteisa salió al atrio del tempo, estiró sus brazos botando la pereza y dijo:”Ha de ser un lindo día, mes de Mayo, ser lindo, mejor de todo el año, estar florido hasta la plaza, tener flores… ¡oh, ya ser las ocho!” y de un grito llamó al Sacristán: “Jesús, oye chico, correr, correr, ir a Mansiche, ver si vienen gente con muchacho para bautizar”.
El sacristán más voló que corrió porque ya conocía al cura y soportaba como buen cristiano, el genio del curita. Dicen que era español, de Cataluña o más bien Basco, lo cierto era que no hablaba bien el castellano y tenía un genio que para que les cuento, por eso nadie podría contradecirle.
El padrecito Oteisa estaba ocupado con su cólera y no se dio cuenta que una traviesa niña fue y tocó la campana invitando a la gente para la misa. La iglesia se llenó, no quedándole más remedio a Monseñor Oteisa, celebrar la misa, que en dominos babisco, unos cuantos seculoro seculoro y un amén, dio por terminada la ceremonia.
Menos mal que toda la familia purrumpampina ya estaba en la iglesia muy futres, todos con vestidos nuevos.
El curita comenzó la ceremonia del bautismo preguntando: “¿Cómo llamarse el muchacho?
Papá Terencio contestó: Se llama Juan Agapito – ¿Cómo?- pregunta el cura fastidiado…Juan Junio y Agapito, porque mi papá así se llama. Y el cura le dice: “Yo poner Agapo, ustedes poner el pito por el camino”, “Padre se llama Juan Agapito Guevara Gutiérrez” y el cura le dice; “Yo escribir lo que digo”.
Terminada la ceremonia, padres, padrinos, ahijado y demás invitados, se fueron a Purrumpampa a celebrar el bautizo, sirviendo un suculento banquete.
Al pasar del tiempo, Agapito ya era un señor y se iba a casar con una linda chiquilla Trujillana, entonces tenía que presentar las Partidas de Nacimiento y Bautismo para la celebración del matrimonio.
Su padre Terencio, viajó a Salpo en busca de las partidas y a los dos días estuvo de regreso con éstas.
Agapito revisó los documentos y en la de nacimiento decía; Juan Agapito Guevara Gutiérrez, pero en la de bautismo decía; Juan Agapo Gueva Gutiérrez.
Al enterarse de tamaño error, Agapito quiso ir a reclamar al cura, pero, que mala suerte, Monseñor Ignacio de Oteisa, hacía diez años que había fallecido y a Agapito no le quedó más remedio que conformarse con lo que estaba escrito en la Partida de Bautismo.
Ande y Ma