Malos policías vendían explosivos a criminales para extorcionar
Tiempo atrás, un operativo ejecutado por la Diviac evidenció que policías de la comisaría de Retamas pedían dinero para que dejen pasar un volquete con cajas de explosivos.
“Cálmese, mi técnico. Aquí nadie va a perder. Yo ya he chambeado antes y nadie se enteró. Hagamos un trato: déjeme hacer las cosas a mi modo y al final nos repartimos la plata, ¿le parece? Muy bien”, anuncia el suboficial Jonathan León. Coge el celular del detenido y marca al dueño del volquete repleto de explosivos. “Se acabó el tiempo, amigo. Tienes que dejar 50 mil soles por tu merca… ¿Qué es un monto excesivo?… Tú estás bien, huevón. El volquete no tiene documentos y tampoco tienes guía para transportar explosivos… ¿Qué algo menos? ¿Qué sea consciente?… Porque soy ser humano, te estoy llamando, al ser otro atorrante tu personal y tus explosivos ya estuvieran en el depósito. Mira, ya no lo hagamos larga, te voy a dar cinco minutos, para que veas de dónde vas a sacar la plata. En cinco minutos te llamo de este número del chófer”. Cortó. Con la precisión de un cirujano, llamó el policía. “¿Qué solo tienes 20? ¿Y la plata van a venir a dejarlo a la comisaría?”. Silencio para voz humana. Solo se oye el repique del altavoz. “Mi jefe, no quiere aceptar la cantidad que propones, busca por ahí dinero. Te doy cinco minutos más, si no daré cuenta a la fiscalía y haremos las diligencias del caso, después no digas que se te quiso servir”. Corta.
“Tranquilice, mi técnico. No hay necesidad de dar cuenta a la fiscalía. Ya lo más lo quiebro al cholo. En esta llamada va a ver qué va aumentar la cantidad”, asegura el suboficial de la comisaría de Retamas. “Ya ve, que le dije, ya está sonando el teléfono. ¿Qué fue, viejo?… ¿Qué tienes 10 lucas para depositar? Ya, pues, yo te facilito una cuenta para el depósito (…) Espera, el monto era 50, no 30 como ofreces, pero como dices que ya no tienes, vamos hacer esto: Yo te voy a bajar 10 cajas de explosivos y la plata… ¿Qué es mucho? Entonces, no se acepta nada y voy a poner a disposición a todos”. Colgó de golpe la llamada.
“¿Qué no es correcto, mi técnico? ¿Qué es la plata y no la carga? ¿Qué mejor demos cuenta a la Sucamec (Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil)? Nada de eso. Yo tengo un lugar que está cerca de la comisaría, ahí vamos a meter los explosivos y ahora mismo me pongo a ofrecer a mis contactos, tengo a varios que compran explosivos”. Espere que me está entrando la llamada del tío y le apuesto que es para confirmar que dará los 30 mil y nosotros nos quedamos con diez cajas de explosivos. Y así fue. Se notaba que el suboficial conocía a la perfección el terreno pantanoso de la corrupción.
Al siguiente día, llegó a la comisaría el efectivo, Jean Pérez Centurión, un superior de nombre Marquitos y comprador de explosivos. “Quiero 5 cajas”. Saco 4 mil soles y pagó, y a su señal llegó un vehículo con dos personas y entraron a cargar las cajas. Cada caja lo vendieron a 800 soles. “Ese dinero nos repartimos entre ST3 Rojas, S2 Pérez Centurión y yo”, confiesa la policía Evangelina, en su declaración ante la División de Investigación de Delitos de Alta Complejidad (Diviac). “Las cinco cajas de explosivos se quedó bajo la custodia de Marquitos”, sentenció.
Esa investigación desarrollada por la Diviac, demuestra que los explosivos salen de Trujillo a Pataz y no como han venido asegurando las autoridades que están a cargo del estado de emergencia. “Los explosivos que son usados en las extorsiones bajan de Pataz”, aseguró el coronel Revoredo.
Una vez más se evidencia que malos policías se prestan para que los explosivos ingresen a la zona minera de Pataz. Y esto no es todo, según un informante de la zona, nos narra que los policías iban a las minas, incautaban cantidad de explosivos y armas, y bajan a los trabajadores de las minas. Una vez que estaban en la comisaría, les pedían el teléfono del dueño de la mina y lo llamaban para cobrarle por el detenido y por el explosivo incautado. Después que el dueño pagaba el monto solicitado, un policía subía a los detenidos y a lo incautado en la patrulla y los llevaba a dejar en el rancho de la misma mina que habían ejecutado un operativo horas antes.